viernes, 30 de marzo de 2018

La escena del 2017

Lejos de etiquetas y fórmulas de marketing, el teatro peruano –o, limeño si se quiere– crece de buena forma aunque solo en algunos pasos de la “cadena” de creación, producción y montaje. Este crecimiento anima su búsqueda de nuevos lenguajes, voces y propuestas.
"La pícara suerte"
Una tarea que va concretándose con los talleres (dramaturgia, dirección o actuación) y concursos de dramaturgia (hay más de cinco plataformas entre públicas y privadas) que ya consolidan nuestras tablas de “una dramaturgia nuestra”, tan universal e inédita.
El reto, no obstante, es y seguirá siendo el fomento en la creación de públicos que sostenga la asistencia a salas y espacios alternativos. Ya habitual El escenario imaginado presenta un recuento de las puestas vistas en el blog sin alguna clasificación especial, lamentando que tantas otras buenas obras no pudieron ser reseñadas a tiempo.

LAS FIBRAS SENSIBLES
Algunas puestas de alta carga emotiva deleitaron la escena. Un ejemplo son los solitarios personajes de “Canción de cuna para un anarquista” del chileno Jorge Díaz. El encuentro entre Rosaura y Balbuena (notables actuaciones de Haydée Cáceres y Augusto Mazzarelli) reveló que, a veces, se puede tener mucho en común con algunos desconocidos.
"Canción de cuna para
un anarquista"
La puesta transita entre recuerdos ficticios y reales en una trama nostálgica que conjura bien el director Roberto Vigo para convertirse en un canto para resucitar almas “dormidas” desde la soledad, el olvido o la resignación. Desde otra perspectiva apareció “Pájaros en llamas” (2017) de Mariana de Althaus.
Circunscrito en la línea de montajes testimoniales como “Criadero” y “Padre Nuestro”, la dramaturga intentó explorar las fibras ajenas bajo una mirada sanadora. Fue así que las emociones de Fernando Verano y Marisol Palacios fluyeron desde el corazón a través de testimonios materializados en voces de tres actores y proyecciones audiovisuales.
Una relación pornográfica”, pieza del belga Philippe Blasband perseguía quizá esa misma sintonía de complicidad, aunque desde otra mirada. La de dos extraños que descubren lo que existe más allá del deseo carnal. Alfonso Dibós y Vanessa Vizcarra, de gran química, interpretaron a esta pareja sin complejos ni temores en una puesta sobria en todo sentido. Alejada de mórbidas referencias, la puesta –dirigida con eficiencia por Pancho Tuesta– explora los temores en torno a la costumbre luego de la atracción. Esta propuesta –una de las más honestas de Break– logró desnudar la conciencia de los asistentes al Centro Cultural El Olivar.
"Taller de reparaciones"
Taller de reparaciones”, obra de John Pollono en un buen trabajo de Break, desafiará todo aquello que “normaliza” la agresión o la intolerancia. Como rostro visible está el mecánico Frankie (inmejorable Óscar López Arias) que, aunque fiero, debe quebrarse como víctima del sistema. Aun cuando la dirección de Diego Lombardi respeta el libreto original en demasía, acierta al impregnar un cariz psicológico y cómico a su historia, tomando distancia de clichés vacíos y escenas efectistas que demuestran un abierto compromiso social de Break desde las tablas.

DOSIS DE REALIDAD
El imaginario nacional ha sido el norte de trabajos plausibles. “El país de la canela”, obra de Alonso La Hoz y ganadora del Festival Sala de Parto 2015, mostraba a una república perdida entre macondos y edenes que seguían la brújula irreverente de Diego la Hoz, su director.
"El país de la canela"
De escenas provocadoras e inquietantes, dos militares (los lúcidos Ramón García y Karlos López-Rentería) deambularán entre la memoria histórica y el presente inexorable de un país aletargado por seductores oportunistas y confusos anhelos. La obra brilló en el ICPNA de Miraflores, pero debería empezar a recorrer por más escenarios.
A Soma Teatro le bastó un rincón de la Casa Recurso de Barranco y pocas funciones para lanzar una denuncia. “Dos perdidos en una noche sucia”, obra del brasilero Plinio Marcos de Santos y adaptada a nuestra realidad por Daniel Amaru Silva, así lo demuestra. Bajo la dirección de Rodrigo Chávez, esta propuesta descarnada golpeó a su audiencia. Dos falsificadores de fluorescentes que comparten un conteiner (Alain Salinas y Gianfranco Cruzado) son los supervivientes de un sistema esclavista que les niega el deseo de superación e, incluso, apelar a su libre albedrío.
"Dos perdidos en una noche sucia"
Una mirada distinta aportó “Silencio sísmico” (2016), oportuna reposición en la Asociación de Artistas Aficionados (AAA). Eduardo Adrianzén, su autor, inserta pequeñas fábulas sobre nuestra idiosincrasia hasta esbozar una sociedad distante y fragmentada al borde de un colapso.
Bajo la dirección de Óscar Carrillo la pieza signada de taras sociales y alegorías deviene en una prueba a la memoria colectiva. Con agudeza e ironía, Rosella Roggero, Ximena Arroyo y la primera actriz Sonia Seminario intentarán descifrar los designios de la patria y los de sus vidas también.
"Silencio sísmico"
Un notable descubrimiento resultó ser “El curioso caso del cuerno de San Dios”, pieza ganadora del Premio Nueva Dramaturgia 2016 del Ministerio de Cultura escrita por Luis Guillermo Hidalgo, con un sólido y nutrido elenco y una destacada dirección de Augusto Cáceres.
Su alegoría contestataria, punzante y fresca sobre la codicia de la clase política y los falaces paradigmas de desarrollo invitaron a reflexionar el futuro nacional desde un reactivado y entrañable Teatro Universitario de San Marcos, ahora en el jirón Lampa 833 del Centro de Lima.

EL RIESGO FLUYE
Si se hablara de puestas “peculiares” debería nombrarse a “El rostro”, un texto de estructura fragmentaria escrito por Ricardo Olivares. El ganador del cuarto lugar del Premio Nueva Dramaturgia 2016 del Ministerio de Cultura abordó las dudas existencialistas de un antropólogo contrariado por el olvido, la distancia o el desarraigo.
"Así de simple"
La dirección conjunta de Yanira Dávila y Alejandro Guzmán aprovechó esta premisa para elaborar un montaje introspectivo y casi surreal –a pesar de las modestas actuaciones– en el Teatro de Lucía. Meses después Dávila alcanzaría mejor suerte con “Así de simple”, ópera prima de los argentinos Ignacio Bresso y Sofía Gonzáles Gil. Esta obra explora los dilemas de una pareja promedio a un nivel más sicoanalítico contada desde perspectivas simultáneas. La dirección precisa y frescura del elenco (Mariajosé Vega, Paris Pesantes Cheli Gonzales, Valentín Prado, Mónica Ross y Micky Moreno) convierten los entreveros racionales y pasionales en una comedia disfrutable.
"Huellas", impro testimonial
Desde los osados campos de la improvisación se hicieron presentes las inspiradas Carol Hernández y Piera Del Campo. En “Armando equipaje” ambas actrices se desafiaron con clowns en un reto inclusivo de rapidez mental e imaginación bajo una propuesta lúdica.
Ya de directoras, jugaron con la retrospectiva personal hasta convertirla en una emoción universal en “Huellas. Esta creación de impro testimonial incluía recursos como “soundlooping”, lenguaje de señas que permite improvisar música en grupo. Este ingenio y versatilidad ha convertido a la Paya Casa de Barranco en hogar de puestas irrepetibles y honestas que deben cntinuar.
Tan original como “Sírvase un payaso 2” (2017), una creación escénica colectiva que mezcló circo, improvisación, clown y stand up bajo el paraguas de la comedia. Sus protagonistas (los inclasificables “Manchi” Ramírez, Miki Vargas y Renato Pantigozo) intentarán salvar un teatro –y la función– entre bufonadas, acrobacias y carcajadas.
"Sírvase un payaso 2"
En otros casos, la experimentación tocó a autores “clásicos”. Omar del Águila, por ejemplo, agregó sensorialidad plástica sin perder humanidad a su versión de “Esperando a Godot”, uno de los pilares del “Teatro del absurdo” escrito por Samuel Beckett hace más de 70 años. La pieza encontró en el afinadísimo Manuel Calderón y una entusiasta Ximena Arroyo los ejes de la angustia humana. Pero hubo más: fue un ensayo de dos actos sobre la fugacidad, la soledad y la desesperanza aplicada en una reiteración de desconcertantes diálogos. En su segunda experiencia como director, Alonso Chiri presentó “La peor obra del año” en el Club de Teatro de Lima, una divertida adaptación de una obra del estadounidense Joseph Scrimshaw. La puesta reunió a un crítico de teatro, un actor y un espectador entre guiños ficticios y meta–teatrales y episodios de parodia.
"Esperando a Godot"
En esta categoría se ubicaría también a “La Piedra”, acaso el texto más exigente de Christian Saldívar, dramaturgo que no teme explorar más allá de sus posibilidades. La puesta de fuerte carga existencialista y naturaleza performática sembró dilemas sobre la Humanidad desde sus aspectos más básicos hasta los de un plano más metafísicos. Bajo la dirección de Fiorella Díaz, quien con tino y arriesgada mirada, ordena el desarraigo de dos seres no-humanos (la sorprendente Rebeca Ráez y una precisa Liz Navarro). De escenografía notable, este trabajo remeció la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático (ENSAD) con su mensaje de incierta esperanza.

CUANDO EL TIEMPO HABLA
Y desde el teatro Ricardo Blume, Aranwa se dedicó –con sumo acierto– a conectar escénicamente la memoria histórica (y familiar) con nuestro presente. Sucedió con “Un país tan dulce”, pieza de verso ágil y gracia criolla compuesta por la pluma versátil de Celeste Viale. En aquella Lima de fulgores costumbristas se reflejan los avatares de la joven república desde los ojos de López, periodista de “La Prensa”, interpretado brillantemente por Miguel Álvarez. Un carnaval festivo que puso a un elenco disciplinado, la música de Mateo Chiarella y cuidadas coreografías de Juan Pablo Lostannau al servicio de la sátira política.
"Yerovi, vida y muerte de un pájaro canto"
Posteriormente en “La pícara suerte” (1913), pieza de Leonidas Yerovi, el director Chiarella, bisnieto de Yerovi, convirtió este juguete sentimental en una comedia vertiginosa que caló en la retina gracias a la presencia de Lilian Nieto, José Dammert, Mayela Lloclla y el hilarante Pold Gastello.
Este ciclo dedicado al poeta, periodista y dramaturgo de bigote risueño merecía culminar con “Yerovi, vida y muerte de un pájaro cantor”. La bellísima y sublime pieza escrita por Viale busca en el pasado las respuestas a un ejercicio de contrición sincero y familiar. Amparada en episodios históricos y elementos meta–teatrales, el director Jorge Chiarella fraguó una historia interesante y fluida en dos actos bien actuados y estructurados. Los impecables trabajos de Janncarlo Torrese y Daniela Rodríguez –como Yerovi y su madre, respectivamente– marcaron una pauta de justicia que reivindica.
"Café inútil orquesta"
Bajo el sello de Espacio Libre llegó “Café inútil orquesta”, un “experimento escénico” que sitúa al paisaje urbano como hábitat atropellos silenciosos en un futuro cambiante. Escrita por Karlos López Rentería, la puesta presenta a una lúdica troupe que a capela y al unísono asistirán el naufragio de la vida vecinal.
En este camino de sueños hipotecados, Javier Quiroz, Jhuliana Acuña y el propio López Rentería resistirán juntos. Su protesta tendrá a la noche como un pentagrama infinito y solidario; y diversos elementos como aliados de lucha que, fuera de escena, sirvieron de despedida de su casona barranquina a Espacio Libre.

ESCENAS DISCRETAS
Otras obras, en cambio, capturaron méritos por aspectos indiscutibles. Así, “Vigilia de noche” nos acercó al doloroso y conflictivo universo del sueco Lars Norén. El director Carlos Acosta aprovechó esto para trasgredir los códigos de la familia tradicional con relativo éxito.
"Las mujeres de los nazis"
A través del inevitable encuentro de dos hermanos (Luis Alberto Urrutia y Yamil Sacín, antípodas e indesligables) se afronta, con descarnado humor, la descomposición del lazo fraternal que no logra trascender al vínculo conyugal. Algo muy similar sucedió con “Las mujeres de las nazis” en su primera puesta en nuestra escena. El texto del argentino Héctor Lévy-Daniel encendió el entusiasmo de la directora debutante Daniela Lanzara por su interesante descripción del círculo femenino más cercano al régimen nazi. Por momentos, las tres historias que la componen no logran despegar de su estilo confesional, aunque sí impactar como sucedió con “El dilema de Geli Raubal”. Ese retrato despiadado (Macla Yamada se luce con una conmovedora actuación) revela claramente que la violencia somete a todo aquello que amenace el poder sin preferencia de género. Singular fue el caso de “La Extravagancia”, complejo texto de Rafael Spregelburd, que volvió al Teatro de Lucía luego de tres años.
"Luz de gas"
El director Carlos Tolentino y su arriesgada lógica –loable, por cierto– de explorar el teatro con los sentidos devino en un montaje distante del que la versátil Cécica Bernasconi sale bien librada. Entre monólogos oscuros y tragicómicos, la actriz interpreta a tres hermanas con fino temple y logrados matices dispuestos en este rompecabezas escénico.
En la bruma de los aplausos, aparece “Luz de Gas”, bajo una cómoda dirección del español Darío Facal. Sobre la obra del dramaturgo Patrick Hamilton, el director compone un thriller correcto: una antigua casona con secretos, amas de llaves sospechosas y un astuto detective… Hasta ahí todo bien. Los personajes son oscuros: Valdés convence en un papel enigmático, mientras que Lucía Caravedo se sostiene en delirios esquizofrénicos. No obstante, algo falla en la amalgama audiovisual y escénica que resta ritmo y misterio a una puesta que buscaba alumbrar los tenues linderos de la psiquis humana desde el Teatro Británico. Veamos qué novedades trae este 2018.

No hay comentarios:

Publicar un comentario